El jueves 17 (la semana pasada) fui al concierto de Mogwai. Ahora 
sólo me falta ver a Sigur rós para haber saldado cuentas con el 
'post-rock'. No tengo muy claro qué se desgina con esa etiqueta; me 
importa poco. Si hay cosas que unan a Mogwai y Sigur rós de seguro es el
 cromatismo que majan, su habilidad para moverse en los ruidos oscuros 
de piezas instrumentales (o de voces que son sólo parcialmente 
inteligibles, sea que estén sonora o lingüísticamente osbtruídas) 
elaboradas sobra la base de guitarra/bajo/batería/teclado. Sí, es 
retomar los recursos del rock en un plano que conmueve, quizás, por 
cosas que no tienen que ver con las cosas que el rock clásico logró en 
sus mejores momentos. 
Algunos conceptos durante y después del 
concierto: estructura, extensión, duración, atmósfera, reverberación, 
eco, ruido de fondo, encandilamiento, prolongación, inmersión, 
envolvimiento, captura. Mogwai han sido capaces de producirme una cadena
 de asociaciones que me relevan la necesidad de esta (no me atrevo a decir toda)
 experiencia estética de ser continuamente interpretada para seguir 
siendo experimentada. En esta música se me está sugiriendo siempre la 
imposibilidad de la mera experiencia, de la aisthesis
 prescindiendo de instrumentos conceptuales; o, lo que es lo mismo, de 
lo mucho que una categoría depende, para su emergencia, de lo 
aparentemente inconceptuado. 
Se trata/trató de un concierto en el
 que me sentía constantemente interpelado por la angustia de no retener 
recuerdos, de no poder formularme imágenes una vez hubiera pasado el 
tiempo (¿suficiente?). Mis esfuerzos hasta este momento han sido para 
enfrentar esa angustia. Escucho una y otra vez las últimas canciones, a 
ver si es que algo se repite o 'se toca' de nuevo. 
Hay en Mogwai 
-y su concierto- una problemática que no me había planteado sino hasta 
ahora que los escuché/vi en vivo: los tránsitos (posibles, bruscos) 
entre lo atmosférico y lo material. Hacia el final del concierto, cuando
 estaban tocando "Two rights make one wrong" y "Mogwai fear Satan" me 
quedé pegado viendo las luces. Si antes habían parecido meros focos de 
color, resultó que me fijé y eran rayos tan bien definidos, tan precisos
 en su corte que el aire se separaba sin chistar, sin traicionar 
'ilusión' alguna. Eran rayos-dedos que cegaban tocando brazos y ojos, 
túneles de color capaces de envolver la mirada en la acentuación de la 
música. 'Materialidad lumínica' de potencias desconocidas, la luz se 
enfocaba sobre mí, y creí ser el único a quien ese envolvimiento estaba 
destinado. Y entonces, en la larga secuencia de "Mogwai fear Satan", 
tras la luz tenue y rojiza en el diminuendo 
de la intensidad sonora, un estallido de guitarras que ya no podía 
medirse como mera frecuencia o tonalidad, sino que se transformaba, 
súbito, en la estridencia capaz de sacudir el cuerpo. 
Dos formas 
de zambullirse, de pasar de un ambiente visual y auditivo a la presencia
 a la vez concreta e inasible (pero no por eso menos 
'material'/'matérica') de luz y sonido. Merced a ese zambullirse es que 
me queda la noción de estar todavía afectado por el shock, por vivir aún
 preso de la Nachträglichkeit que parece 
caracterizar la obra de Mogwai, sintiendo también el 
pensamiento-retardado a modo de afecto-retardado; el impacto anímico 
sólo ahora lo estoy sintiendo. Así funciona esta música: en ondas, en 
sucesiones, nunca revelando el momento exacto en que termina, 
encandilando y ensordeciendo para a dar a ver y oir algo más que espera 
de sorpresa.
1 comment:
buena nota.
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