De a poco voy escuchando las sonatas completas de Beethoven. Me trajeron las grabaciones de Arrau (12 CDs) y no llevo ni siquiera tres escuchados de principio a fin. Mismo ahora, la "Patética". Los trinos, el rubato, la forma en que los acordes se desarman para, con precisión y presteza, volverse a armar. En un documental leí de Arrau que tenía garras. Se hundía en el piano. Pero, cierto, eso también es una forma de darle vida a Beethoven mismo, de presentificar lo que la partitura sólo sugiere -no obstante los rigorismos normativos que, de seguro, están-.
Tengo veinticinco y aún no me he acercado sino a un segmento de obras cuya vastedad me ciega. Y no es sólo Beethoven, no es sólo eso que se da en llamar "cultura occidental", porque la inmersión que mi trayectoria académica ha significado me vuelve consciente de lo mucho que ignoro todavía sobre Latinoamérica. Lo angustiante, quizás, sea que en el terreno de lxs intérpretes -en el amplísimo sentido de la palabra- hay una tozudez histórica en penetrar hasta lo más hondo, en insistir de forma disciplinada en la construcción de lo imposible que implica el armar tradiciones. Y yo ni cerca de la t.
Tengo veinticinco y aún no me he acercado sino a un segmento de obras cuya vastedad me ciega. Y no es sólo Beethoven, no es sólo eso que se da en llamar "cultura occidental", porque la inmersión que mi trayectoria académica ha significado me vuelve consciente de lo mucho que ignoro todavía sobre Latinoamérica. Lo angustiante, quizás, sea que en el terreno de lxs intérpretes -en el amplísimo sentido de la palabra- hay una tozudez histórica en penetrar hasta lo más hondo, en insistir de forma disciplinada en la construcción de lo imposible que implica el armar tradiciones. Y yo ni cerca de la t.
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