Truenos, la lluvia en medio de relámpagos. Desde este lugar, la ciudad cambia el ritmo de su respiración, por ella se produce el recorrido de una velocidad menos agitada. El golpeteo del agua -arriba, abajo; techo, calle-, su apozarse en las esquinas (también suena la acumulación de la lluvia), o un tipo de pasaje hacia el sueño que re reconozco de forma equívoca, con la modrra puesta al revés. Intento dormir poniendo el máximo de atención posible al esparcirse del agua. Pienso que así las gotas podrán mecerme, acurrucarme en la caída múltiple: la misma lluvia aquí y en innúmeros puntos de Santiago. También me reconforta esa simultaneidad cuando pienso en la ligazón del sueño extendido a ambos lados de esta cama. El ruido de la lluvia, escuchar los truenos, evoca las espaldas que se tocan, mi brazo dormido, el acodarse de la lengua disuelta en un habla cn pocas palabras (preguntas repetitivas que reducen el ritmo tanto como el agua). AHí nos enredamos para otra ligazón.
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