Resistir por medio de los aracaísmo, "la pasión por estarout". Parece
que eso es el escribir a mano-tinta. Un gesto que reconoce, ya no es
proceso de su obsolescencia, su devenir hacia lo superado, sino su
inadecuación con la contemporaneidad como algoya acontecido. Resulta
inevitable no verse atrapado, de manera refractada, en esta disonancia
técnica. El 'deterioro', el 'estar-pasado-de-moda' de este mecanismo es
también -o, hay que decirlo, es especialmente- la obsolescencia de la
escritura que en la tinta se plasma.
Si la escritura no es capaz
(¿todavía?) de escapar a las tensiones constitutivas de todo sistema de
inscripción y registro, queda por hacerse aún la pregunta por la manera
particular en que se injerta la escritura manual en aquella polaridad
del registro: la temporalidad inmediata de lo acontecido, que, por el
hecho mismo de acontecer se transforma en pasado; y la apertura forzada
por el registro, que arroja lo registrado hacia el futuro. Nada asegura
continuidad alguna entre la cristaliazción de lo ocurrido -su
'fosilización'- y la dinamización -incierta- de lo que se transmite.
¿Cómo ha acogido la escritura-tinta esta tensión? ¿Es posible llegar a
pensar que lo ha hecho con las mismas características desde que la
escritura discurre por el planeta en sus más variados tintes y papeles?
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