En algún momento 'se recupera el ritmo', y los espacimientos (¿silencios?) empiezan a hacerse más infrecuentes. Aquí tengo un espacio para el monólogo, para jugar a que hablo en voz alta y nadie me está mirando. Pero aun en esas circunstancias permanece un pudor, un saber que siempre estaré yo viéndome a mí mismo hablando como si estuviera solo, y entonces pienso en callar. De otra forma la escritura, entonces, en otro tono todavía más menor, todavía más sigiloso, todavía más camuflado.
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