Toda mi vida he tenido una cierta sospecha en cuanto a mí mismo. Pero ocurría sólo de vez en cuando, en medio había largos intervalos que bastaban para olvidar. Eran, además, cosas insignificantes, que también se dan en otras personas y que en ellas no tienen mayor importancia, por ejemplo el asombro que produce el propio rostro reflejado en el espejo, o la nuca o incluso la figura entera, cuando de pronto uno pasa por la calle delante de un espejo.
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