Wednesday 22 December 2010

Juntarse

La gente no lo sabe (no tiene porqué saberlo), pero cuando me dicen a última hora que no se van a juntar conmigo, más que rabia me da una pena tremenda.

Saturday 18 December 2010

Me gusta Kate Nash

Me alegra un poquito el día. O me hace pensar en colores bonitos, y en escenas londinenses de primavera en Hyde Park.

Saturday 11 December 2010

Clima

Es 11 de diciembre, está lloviendo, dormí siesta mucho rato y ahora tengo sueño de nuevo, escucho Vivaldi, Philip Glass, Amiina, tengo ganas de dormir, o de salir, quería ir a Gepe y estaba muy caro, quería ver a Andrea y no pude porque quedamos de vernos en Gepe y estaba muy caro, así que no fui, también habíamos quedado de tal vez salir ayer pero al final no salimos, porque fui con Tomás a Kumbia Queers, teambién quería salir con él, aun cuando también quería ver a Andrea, no porque no la vea hace tiempo, o sea, sí, hace tiempo que no la veo, al igual que Tomás, de hecho, casi es la misma cantidad de tiempo que no veía a una y otro, pero la cosa es que igual tengo ganas de verla, a pesar de que hay gente que quiero ver y que no he visto en el mismo tiempo, o más, y en algunos casos pienso que tengo algo más de ganas de ver a Andra que de ver a otra gente que no he visto en más tiempo que el que no la he visto a ella, y entonces pienso que siento con algo de culpa, aunque no me gusta sentir culpa, y pienso que es bastante ridículo que sienta culpa, porque es posible echar de menos de manera diferencial y diferenciada, porque, por ejemplo, a Diego no lo veo hace tiempo, más tiempo que Andrea, y quiero verlo tanto o más que ella, pero le he escrito menos que a Andrea, así que hace unos días le mandé un mail para decirle que lo echo de menos y que perdón por no haber escrito en el último tiempo y que nos juntemos, porque el miércoles me veo con Max para tomar algo, así que si quiere puede unirse y vamos a un happy hour o lo que fuere, me dijo que sí, que podía porque el miércoles no trabaja, así que también veré a Diego, ahora que lo pienso, la última vez también vi a Diego cuando vi a Max, aunque son cosas distintas, porque en esta ocasión estoy sumando a Diego a un panorama y en la ocasión anterior era un panorama que presuponía desde un primer momento que estaríamos los tres.

Llueve menos ahora. Bach, 'Preludio. Sonata nº 1 para Cello'. Interpreta Mstislav Rostropovich

Thursday 9 December 2010

Notas de lectura de un intruso

[Texto de presentación del libro Caminos y desvíos: lecturas críticas sobre género y escritura en América Latina, editado por Alicia Salomone, Lorena Amaro y Ángela Pérez, Santiago: Cuarto Propio, 2010]


Uno debe justificarse a cada paso de la lectura, porque una lectura crítica difícilmente lo sería sino buscara poner en evidencia la manera en que realiza ese ejercicio de aproximación a un texto. A medida que avanzaba en la lectura de Caminos y desvíos, me sentía constantemente interpelado por la necesidad de justificar mi presentación futura. No en el sentido de que los textos me hablaran a mí como lector-presentador individual, sino porque sus formas y lugares de enunciación, sus claves interpretativas, sus protocolos de lectura, me eran poco familiares, extraños. Por sobre los caminos y desvíos que el libro propone, tuve que agregar los míos propios, realizar una ruta desde mi propia provincia disciplinar (la historiografía, por decirlo taquigráficamente) hacia los espacios que exploran las autoras del libro. Tras algunos intentos, poco satisfactorios, logré dar con una hoja de ruta que me dejó mínimamente satisfecho para maniobrar la responsabilidad que se me había encomendado: presentar un libro que está escrito desde un terreno en el cual no logro entenderlo todo, en donde siempre es necesario hacer traducciones y analogías para poder dar con lo que se está pretendiendo decir, y en donde siempre existe la posibilidad de no comprender del todo lo que se enuncia.

“Nunca hay que juzgar un libro por su portada”, y sin embargo, la portada es un momento ineludible de cualquier libro. Al menos a mí no me gusta eludirla, en el entendido que un libro siempre es más que su ‘contenido’. Aquí mismo veo un libro con rectángulos celestes y aguamarina, casi rallando en el turquesa, que vertical y horizontalmente se acoplan y sobreponen a dos o tres vías de tren que se dirigen fuera del espacio de encuadre del libro. Los rieles se cruzan y trazan una curva en medio de un espacio con malezas que crecen al borde de la vía, y entre los durmientes de madera. Los rieles marcan un camino, y un camino, aun cuando esté desviado, marca un itinerario, y un cruce marca una intersección, que apunta a la posibilidad de establecer trayectorias que pueden converger o diverger en un horizonte determinado. Al mismo tiempo, la vía remite al tren, ese medio de transporte eminentemente moderno, hoy ya en desuso, al menos en nuestro país. ¿Es acaso el tren un objeto totalmente extraño en América Latina? ¿No es acaso su instalación un testimonio de la forma particularmente subordinada en que se constituyó una modernidad en el espacio latinoamericano? Quizás eso pueda encontrar un correlato visual en el contraste existente entre el mal estado de la vía de tren y la pulcritud de los bloques de color que sostienen al texto, pero que, no obstante, ceden en su intensidad tonal para dejar ver (como un filtro cromático azulino) los rieles que pueblan la portada.

Pienso ahora en el título: Caminos y desvíos. Un ejercicio de crítica y de lectura implica el asumir “caminos y desvíos”, establecer itinerarios interpretativos que nos habiliten para transitar los terrenos de lo derruido y de lo actual. Al menos aquí he podido encontrar uno de los puntos para poder entrar al texto desde mi particular posición como historiador, puesto que el trabajo de producir una representación narrativa del pasado no puede eludir su propia condición de tránsito, de camino hacia un pasado desaparecido (en sentido de ida) y su re-articulación como relato en el presente (en sentido de regreso). Y en ello, siempre hay desvíos que deben ser tomados para poder hacer un viaje satisfactorio, puesto que todo relato que pretenda una conexión directa e inmediata con el pasado termina por parecer sospechoso e ingenuo. En alguna medida, la crítica literaria actual establece una relación análoga con sus materiales. Así, un corpus de textos no puede ser abordado de manera espontánea e inmediata; siempre se requieren “caminos y desvíos” para poder dar con una interpretación dentro de un universo de posibilidades hermenéuticas.

El objetivo de Caminos y desvíos, según sus editoras, es “reflexionar crítica y creativamente en torno a la relación entre género y escritura en el siglo XX latinoamericano”. Con ese horizonte común es que se encuentran reunidos los distintos ensayos, agrupados en cinco secciones temáticas (“Subordinaciones/Insubordinaciones”; “Abuelas, madres, hijas”; “Políticas del nombre”; “Género e imaginarios urbanos”; “Escenarios de la mujer en Chile”). El espacio abarcado no es poco, tanto conceptual como temporal y geográficamente; los ensayos remiten a Guatemala, la dictadura y post-dictadura de Chile y Argentina, el escenario intelectual del Chile de los años cuarenta, y la posibilidad de re-construcción de la historia del movimiento LGBT local, sólo por nombrar algunos puntos de anclaje de la reflexión que presentan las autoras. Intentar cubrir todo este espacio no puede dejar de significar riesgos, pero es del todo rescatable y necesario que exista el deseo de no caer en la tentación monografista de la tradición local, poniéndose las anteojeras de un presentismo nacional que no busca aquello que hay de común y de diferente con el espacio latinoamericano, que prefiere mirar para otra parte cuando el horizonte continental interpela procesos escriturales usualmente considerados como exclusivos de Chile, o de un género literario, o de una autora. De ahí que me parezca un acierto la segunda palabra de título: desvíos. De una manera u otra, los artículos apuntan a desviar la mirada de las lecturas dogmatistas, que encierran al texto dentro de sí mismo y no lo hacen entrar en diálogo con la multiplicidad de mundos que se encuentran dentro y fuera de él.

La elección de un horizonte común de encuadre de los ensayos del libro no quiere decir, sin embargo, que los textos (tanto los del corpus analizado como los que constituyen los artículos de crítica) establezcan entre sí relaciones de equivalencia u homología. En efecto, si seguimos la misma premisa que explicitan las editoras en la presentación, se trata de “una mirada que prioriza la heterogeneidad por sobre los monologismos, se proyecta en este texto una idea de la escritura como espacio inclusivo, en el que se integran diversas prácticas y géneros del discurso”. No puedo menos que estar de acuerdo en el imperativo de priorizar la heterogeneidad. El libro da cuenta de ello, toda vez que los ensayos no buscan imponer entre sí sus claves de lectura, ni intentan, tampoco, colocarse a sí mismos en un único lugar de enunciación, un único espacio para establecer la lectura correcta y válida. Me da la impresión que es, en parte, la categoría de ‘género’ la que impide clausurar el trabajo interpretativo de las autoras en función de un paradigma excluyente. Por el contrario, el hecho es que el género aparece de maneras que pueden considerarse en tensión mutua, sin que ello anule el marco general que encuadra al libro. Incluso ensayos que recurren a un mismo ‘enfoque’, divergen en torno a las relaciones que establecen entre teoría y corpus. Ainhoa Vásquez y Javiera Figueroa, por ejemplo, hacen comparecer al psicoanálisis para trabajar de manera diferencial las textualidades que las ocupan. Si para la primera las relaciones entre madre e hija serán de vital importancia (al igual que conceptos jungianos como temenos), para la segunda el problema de la memoria y el rol que juega la eliminación del padre del orden simbólico (convocando, entonces, al fantasma de Lacan) se volverán temas cruciales.

Sería posible hacer un contrapunteo múltiple para trazar las maneras en las que Caminos y desvíos convoca a diversas maneras de aproximarse a la escritura latinoamericana del siglo XX (o, para ser más preciso, de un siglo XX largo). Y posiblemente podría objetarse que, tras dicho contrapunteo hipotético, poco y nada quedaría del proyecto del libro. Decir que, en definitiva, es tal la mezcolanza que no hay nada que una a los artículos sino una rúbrica, una categoría, una ‘palabra clave’, que permita indexar y catalogar más rápidamente el producto de una reflexión de a varias (ya no una reflexión colectiva). Por muy plausible que pudiera parecer esa alternativa, me veo en el deber de, al menos, cuestionarla (y no – solamente – porque haya sido invitado a presentar el libro por una de sus editoras, o porque conozca a más de una de sus autoras). Me veo en el deber de cuestionarla, en parte, por mi propia trayectoria disciplinar y biográfica.

Porque lo cierto es que si algo se aprende en cuatro años de Licenciatura en Historia, es a atender a las especificidades sin perder de vista la generalidad, a poner en contexto, a descreer de las homogeneizaciones irreflexivas. Y si hay algo que he aprendido en los años que llevo involucrado con la (incipiente) escena de la disidencia sexual chilena, ese grupo de ‘desviadas’, ‘locas teóricas’, es que cuando se habla de género (o de cultura o de escritura), nunca se dice algo unívoco. Nelly Richard ha hablado de las palabras género y feminismo como palabras con múltiples pliegues, sobre los cuales se deposita una carga de historicidad que hace imposible generalizar de manera abstracta un significado único de dichos términos. Decir “género y escritura”, decir “lectura”, decir “crítica”, decir “América Latina”, es siempre decir mucho más que los dos o tres significados que espontáneamente podemos asignar a esos nombres. Por eso es que a mí no me complica en lo absoluto que en el texto convivan textos como los de Karem Pinto, que aborda la figura de la anciana selk’nam rescatada por Diana Bellesi en Sur, asignándole los valores de lo ancestral, portadora de una cosmovisión del “universo indio como elemento constitutivo esencial de la identidad latinoamericana”. No me complica precisamente porque, unas cuantas páginas más adelante, el ensayo de Gilda Luongo hace comparecer el reciente libro de Víctor Hugo Robles, Bandera Hueca, como el dispositivo textual desde donde des-hacer y re-hacer la memoria de la diferencia sexual desplazada por los espacios políticos tradicionales, reivindicando las “acciones micropolíticas que intentan subvertir o al menos desestabilizar el estado normalizador del género y del sexo que impone la matriz heterosexual hegemónica”.

Con lo anterior solamente quiero graficar la medida en la que en Caminos y desvíos, el género no es un contenido fijado apriorísticamente por un aparato de saber, que lo haría inteligible como categoría de análisis dentro de la formación discursiva mayor que constituye la crítica literaria. Más bien, al decir “género”, me da la impresión que las editoras y las autoras apuntan a un lugar desde donde poder mirar los textos que componen el corpus de cada una de ellas. De ahí que no sea siempre necesario que los ensayos problematicen explícitamente el género como su objeto de crítica. Textos como los de Rubí Carreño aparecen más avocados a una elaboración sobre la memoria y la significación que la escritura de mujeres (en registros impresos o sonoros) puede llegar a tener en una biografía individual o colectiva. Este “decir género” como la circunscripción de un lugar de enunciación, como el sitio desde donde mirar, permite precisamente a los textos tomar sus propios caminos y sus propios desvíos, evitando así el fundamentalismo teórico que parece caracterizar ciertas ramas del feminismo, la teoría crítica, y los estudios de género, mucho más preocupado de clausurar terrenos que de abrirlos a cruces que permitan pensar de manera distinta.

Sigo pensando en la portada del libro. En cómo estos rieles son la metáfora de los tránsitos entre terrenos, entre registros escriturales, entre géneros. De la poesía a la novela histórica a la autobiografía al cuento. Pienso también en la fotografía. En las vías que salen del encuadre, que van más allá de la portada, que no se acaban en la portada, pero que tampoco se enmarcan de manera recta en su interior. Los rieles rechazan una trayectoria recta y lineal, que tenga en la portada su punto de fuga. Por el contrario, las vías (los caminos) se alejan de la portada, y pienso entonces en la manera en que la lectura de un texto (especialmente aquellas que se refieren al género, aquellas que “dicen género”) lleva más allá del texto, más allá de la escritura. Fuera del texto y fuera de la escritura. Más aún, la localización geográfica del título me lleva a pensar en un sitio (América Latina) que se encuentra más allá del texto, fuera del texto. Y es en este juego de sugestiones que me provoca la portada que empiezo a encontrar los puntos en donde mi propia formación disciplinar me hace manifestar algunos reparos o reservas. A medida que intento elaborar y articular estos reparos, siempre necesarios en cualquier lectura crítica, no dejo de estar inseguro sobre su pertinencia. Pero al mismo tiempo, no logro convencerme sobre la incomensurabilidad de los registros disciplinares, sobre la imposibilidad de atravesar los territorios del saber, sobre la ininteligibilidad de los lenguajes interpretativos.

Como sea que fuere, logro detectar un grado de tensión entre los artículos del libro que consideran necesaria la relación texto/contexto y aquellos que parecen prescindir de ella. No quiero decir con esto que exista sólo una modalidad de dicha relación, sino que para un historiador, los vínculos entre texto y contexto son insoslayables. Los ensayos de Alicia Salomone, Lucía Guerra, Lorena Amaro, Natalia Cisterna, Magda Sepúlveda, Alida Mayne-Nicholls y Gilda Waldman grafican las diversas estrategias mediante las cuales es posible poner un texto en situación, comunicándolo con sus referentes, con los escenarios discursivos y extra-discursivos que funcionan como su condición de posibilidad. Por otra parte, me parece que en los artículos de Ainhoa Vásquez y Ángela Pérez esta relación texto/contexto se desdibuja, o al menos no logro dar con las claves para ir a las particularidades que vinculan la escritura con el mundo dentro del cual se produce y circula. Esto no quiere decir que todas las modalidades de articulación del texto con su contexto sean equivalentes entre sí. En algunos casos, el establecimiento de antecedentes biográficos y sociohistóricos será suficiente para encuadrar el corpus, mientras que en otros (notablemente en los artículos de Lucía Guerra, Lorena Amaro y Natalia Cisterna) nunca será posible separar texto de contexto; la situación del enunciado se vuelve tan importante como la textualidad para poder leer las formas de construcción del género, del espacio, del nombre propio, y de la subjetividad moderna. Sin embargo, no quiero sostener que aquellas apuestas interpretativas que hacen comparecer al contexto de manera más difusa (o que prescinden derechamente de él) estén ‘erradas’. Son simplemente desvíos que hacen diverger los horizontes de lectura, pero que en ningún caso impiden tráficos conceptuales de un lado a otro. Como historiador, no estoy en posición de decirle a las críticas literarias cómo tienen que leer. Pero sí puedo, al menos, hacer sugerencias, o acotaciones al margen, que pueden o no ser tomadas como punto a considerar a la hora de calibrar futuros textos.

Vuelvo a la portada. A la figura del tren. En su lugar en la historia de la modernidad latinoamericana, en el entendido que el concepto mismo de ‘modernidad latinoamericana’ es ya una toma de posición (frente a una imagen, frente a una metáfora, frente a una historia). De alguna manera u otra, los artículos de Caminos y desvíos se enmarcan dentro de un siglo en el cual las modernidades latinoamericanas fueron constantemente puestas a prueba. El largo (o corto) siglo XX latinoamericano circunscribe los momentos de aporía del proyecto de una modernidad (nacional, continental) periférica. Y me parece que los textos dan cuenta de estas aporías desde ese “decir género”, pero también en registros que exceden el “decir género”. Las sucesivas mutaciones que sufrieron el espacio público y privado fueron puestas a prueba desde el género, el sexo y el deseo, aun cuando no fueran estas las únicas formas de ponerlas a prueba. El que las mujeres (y algunos hombres) ‘tuvieran un espacio’ y ‘tuvieran algo que decir’ no fue algo azaroso, ni tampoco un proceso que pasara desapercibido. Las dictaduras y post-dictaduras también fueron/son momentos dentro del proyecto aporético y auto-contradictorio de una modernidad que se resquebrajó bajo el terrorismo de Estado, el silenciamiento social, la complicidad colectiva, los dispositivos de desaparición, los agenciamientos opositores, las luchas clandestinas, los nombres resistentes. Incluso la coyuntura ‘postmoderna’ que pareciéramos seguir atravesando no puede deshacerse de los anclajes de la modernidad periférica, aun cuando no sea para citarlos como el sitio del fracaso de un proyecto, y por ende como la justificación del desmantelamiento imaginativo/imaginario/cultural/simbólico de dicho horizonte que constituyó y constituye la modernidad. Las modalidades de una historia escindida de sí misma no dejan de recordarme las vías del tren, ese artefacto moderno de compresión del espacio-tiempo, que se implanta como el testimonio de la posición de América Latina dentro de muchas historias. La historia vivida por las sociedades latinoamericanas dejó marcas en las escrituras que comparecen como el corpus de este libro, a la vez que las textualidades mismas también dejaron sus marcas sobre estas historias. Pero esas marcas son siempre equívocas, esquivas, inexactas, a la vez que ineludibles, porque los itinerarios de Chile y América Latina son ellos mismos equívocos, esquivos, inexactos, a la vez que ineludibles.

diciembre de 2010

Recibir una noticia

Acabo de leer un tweet de un amigo. Dice que se murió un mechón de Periodismo. No logro procesar muy bien el asunto. Yo no conozco/conocía al chico en cuestión. Me cuenta mi amigo que un amigo de él lo conocía y eran bien cercanos, que está destrozado (el amigo de él), que la noticia se supo recién.

Ahora empezó a sonar Elliot Smith.

Decir que este ha sido un año de mierda es un lugar común que todxs queremos evitar precisamente porque es cierto. Se murió una chica de antropología también hace unos meses. También acaba de haber un incendio en la cárcel de San Miguel y se murieron 81 internos. Entonces, no basta sólo con decir que hay un gobierno terrible que se aprovecha de la catástrofe para impulsar su propia agenda (cosa que es cierta). No basta, porque este tipo de cosas no son reductibles a los proyectos de un bloque político u otro. Son vinculables, relacionables, interpretables en función de tal o cual cosa, pero pretender que todo sea un 'side-effect' de lo que hace o deja de hacer el gobierno es una acción violenta, casi inhumanta. Y si no basta con decir que las tragedias personales e individuales son culpa de un gobierno, entonces queda la pregunta de cuál es el significado que le asigna uno a estos acontecimientos.

Le digo a mi amigo "es como... la irrupción de lo real, de lo que no puede ser asimilado completamente. algo que hace que te replantees cosas y te reposiciones dentro de tu metro cuadrado". Es raro, no entiendo por qué me afecta que se muera alguien que no conozco. Alguien con quien difícilmente yo fuera a tener algún contacto personal. Y sin embargo, puede que me lo haya topado más de una vez. Que él se haya topado alguna vez conmigo y él no lo hubiese sabido. Yo no entiendo por qué me afecta que se muera alguien que no conozco, que no conocí. No sé ni siquiera si es que me afecta o no que se muera alguien que no conozco. No sé si estoy diciendo que me afecta sólo porque me lo contó alguien que conozco, y que si esa persona u otra que conozco se muriera, tal vez me afectaría. Tal vez no me afectaría. Tal vez me afecta pensar que, cuando llegue el momento en que me tiene que afectar que se muera alguien, no me afecte.

Ahora suena Philip Glass.

Monday 6 December 2010

Compositor

No tendré pololo, pero tengo una taza de té y a Rachmaninoff en Radio Beethoven.