Thursday 29 April 2010

M.I.A - Born free

Ha estado movida la cosa en estos días alrededor del último video de M.I.A. Subido a Youtube primero, luego bajado, subido de nuevo con advertencia 'para mayores de 18', y finalmente bajado, hoy hay que verlo en VIMEO.

Más que concentrarme en la polémica sobre qué es mostrable y qué no, considero más importante enfocarse en aquellas cosas que está movilizando el video. En particular, me interesa el contraste que es posible detectar entre 'Born free' y 'Telephone' (o, para ser más precisos, el conjunto de videoclips 'artísticos' de Lady GaGa). Mi postura aquí es que parecemos estar frente a dos aproximaciones que, si bien en lo formal pueden verse similares o analogables, entrañan apuestas casi radicalmente distintas (¿excluyentes?) respecto de qué proyecto político se apoya.

Una de las cosas más notables en el video de M.I.A es el contrapunto risible, casi carnavalesco entre la primera secuencia de allanamientos y represión policial y el momento en que el chico capturado entra al bus y se ve confrontado a la mirada de sus 'congéneres'. Los impactados parece que somos aquí nosotrxs, puesto que la primera pregunta que se nos plantea es: ¿qué mierda es esto? Hay una intereferencia en el hecho de que un video que se ve por todas partes como si fuera una de las varias producciones de gringos en guerra (The Hurt Locker, por ejemplo), pero que trata básicamente sobre la limpieza étnica de pelirrojos. ¿Qué tan serio es esto? Se ve 'serio', pero ahí están los pelirrojos, poniéndole una cuota de ridículo a todo el asunto.

Es precisamente esta dimensión de ridículo, de algo que 'no puede ser en serio', la que le da su mayor fuerza al video. Hay algo de 'ominoso' [unheimlich], que es precisamente este momento de interferencia. Sin pensar en un mensaje, creo que el video permite plantear la pregunta no sólo por las formas de ejecución de la War on Terror que vienen llevando adelante los gobiernos occidentales (con USA a la cabeza), sino también por quiénes son lxs sujetxs de la represión que significa el 'anti-terrorismo'. Al nivel de lo literal, hay al menos dos cosas que son brutalmente ciertas: a) es desde EEUU, y no cualquier otro país, desde donde se han planteado los lineamientos de la guerra contra el Terror y b) hay una represión que al interior de países primermundistas, tiene un carácter de clase que no puede obviarse. No obstante, es el hecho de que sean pelirrojos (y no cualquier tipo de sujetos) el que constituye el giro más interesante. En un plano transicional entre lo literal y lo metafórico, entre la metonimia y la obviedad, la condición físicamente visible, más aún corporizable del color de pelo obliga a un gesto reflexivo: ¿no hay acaso también una corporalización del Terror y de los terroristas? ¿No es acaso el 'enemigo de la democracia' un enemigo identificable a partir de atributos físicos? La biopolítica de la legibilidad en todo su esplendor.

Si pensamos por un momento en 'Born free' versus 'Telephone' o 'Bad Romance', la oposición será ahora más clara. Si en un lado el planteamiento de un video relativamente desligado de la canción (abandonando uno de los supuestos comerciales del videclip: mostrar al artista cantando la canción en algún punto) logra armar una narrativa capaz de abrir preguntas sobre el estatuto del orden político represivo del primer mundo, al otro lado vemos una explosión de barroquismo esteticista, un desborde de la exploración acerca de lo montable y escenificable audovisualmente en la mercancía-espectáculo del video musical. Atender meramente al hecho de que sean 'videos largos', o 'videos de autor' es finalmente mistificarlos.

Ciertamente, el contraste que he planteado es hasta ahora simplista y dicotómico. Estoy bien al tanto de ello, pero me parece que son las consecuencias de un primer esbozo analítico. De cualquier modo, me parece que no puede soslayarse el punto siguiente: lo que está presente al interior de estos objetos visuales es un proyecto político. Y querámoslo o no, optar por el proyecto detrás de 'Born free' no puede equipararse a optar por 'Bad romance'. No digo que en estos momentos específicos hay una exclusión mutua, pero en última instancia (y de haberla), me parece que la carga más o menos emancipatoria, más o menos reaccionaria/funcional, debe ser problematizada. No, no da lo mismo si elegimos ver a Beyoncé en el Pussy Wagon o a pelirrojos corriendo por un campo minado.

M.I.A, Born Free from ROMAIN-GAVRAS on Vimeo.

Thursday 22 April 2010

Empezando a resfriarse

Cold, in my petty-bourgeois flat. Taking endless naps.

Saturday 17 April 2010

Berufszeichnen

Cuando entré a la U, encontraba fantástico que la gente que estudia ciencias, medicina y carreras asociadas usara delantal. No tanto por la idea de uniforme, sino por tener algún tipo de vestimenta o símbolo del oficio. Tal y como los gremios medievales tenían signos que los identificaban. Más que un asunto de reconocibilidad, me parece interesante esa idea de generar comunidades simbólicas en torno a estos elementos que no siempre tienen una función 'práctica'. La semana pasada vi un video para una campaña de Converse. Hablaba un tipo que era artista visual, mostraba su taller, cosía telas, paseaba por Rosas viendo géneros, mostacillas y demases.

Y pensé que de buenas a primeras uno no asocia el trabajo de lxs historiadorxs a ropa, signos, o espacios específicos. Hay una dispersión tal en términos temáticos y metodológicos que no pareciera haber un lugar o un objeto. Pero mirado con más detención, sí los hay. Sí hay lugares que uno frecuenta y donde uno trabaja. En primer año Alejandra nos hizo leer El taller del historiador, y lo encontré fantástico. Si uno se imagina el oficio del historiar, están sobre todo los libros, las bibliotecas, y los archivos, en toda su fructífera amplitud. Puede que no haya una vestimenta de historiadorxs, pero está la escritura, está el caminar con libros en la mano, está el tomar notas, el observar, el leer, el realizar las operaciones fetichistas de entrar en contacto con 'los originales', de hacer entrevistas. De confrontarse a la inmensidad más inabarcable o a la ausencia más angustiante. Al desorden de catálogos que no existen. A bibliografías interminables. En ese sentido, lxs historiadorxe somos más humanistas de lo que a algunos les gustaría.

Tuesday 13 April 2010

Invectivas laicistas

Esta última semana la gran mayoría de los medios (de información?), por no decir todos, se han encargado casi sin falta de recordarnos la presencia en Chile de Tarcisio Bertone. El Secretario de Estado del Vaticano fue recibido por Piñera el mismo día en que Placebo estuvo por La Moneda. Piñera aprovechó, considerando que el caballero andaba por la zona, de invitar a su jefe para que se diera una vuelta por el fundo, cuando tenga tiempo.

Quisiera aventurar aquí una opinión que parecería ridícula: en Chile el laicismo se ha vuelto imposible, y volverlo posible debe ser una consigna no sólo de izquierda, sino especialmente de la izquierda marica. Digo que es una opinión que parecería ridícula porque me parece que en su aparente simpleza y obviedad están implicadas cosas bastante más substantivas que el mero anticlericalismo.

Que el laicismo se ha vuelto imposible queda evidenciado por dos ausencias notorias: la reciente ola de denuncias por abusos sexuales asociados a instituciones católicas (y la polémica asociada a actuales jerarcas de la Iglesia, Ratzinger incluído) y las declaraciones de Bertone ayer mismo a la prensa desvinculando celibato y pedofilia, asociándola con clara convicción a la homosexualidad. Quizás debería haber dicho que el anticlericalismo es lo que se ha vuelto imposible, aunque yo mismo no puedo delimitar con claridad qué concepto sería más preciso en esta situación.

De cualquier manera, ni la clase política ni los medios han sido capaces de relevar los temas ni de ponerlos en discusión más amplia. Me parece que ello no hace sino demostrar el grado de compromiso con una esfera de discusión pública sin ánimos de abandonar la hegemonía de los elementos más opresivos del catolicismo. En otras palabras: la presencia actual de Bertone en Chile y sus dichos son avalados por el servilismo casi ultramontano de Gobierno, Derecha y Concertación, mucho más dispuestos a lamerle el culo a una sarta de pensionistas europeos que viven de la explotación de la caridad de los pocos fieles pobres convencidos que le quedan (y de las generosas donaciones de legiones de fundamentalistas que exhudan la riqueza del país).

Al igual que los sectores empresariales, la Iglesia Católica no quiere admitir el grado de intervención política que tiene como sector organizado. Precisamente el ocultamiento de las formas mediante las cuales supervisa parámetros fundamentales de la discusión política, especialmente aquellos relacionados con la sexualidad, el género, y la corporalidad, hace que sea urgente el buscar una manera de quebrar su influencia. Porque, por mucho que Canal 13 renueve su logo cada dos años y busque alolarse, hoy funciona tanto como una máquina de propaganda gobiernista como el nicho desde el cual se admite la dominación invisibilizada del catolicismo reaccionario.

Ciertamente, esta es una polémica que huele a modernismo por todas partes. Y debiera. Porque si hay algo que debiese teñir cualquier invectiva contra la jerarquía católica y sus simpatizantes de las élites políticas, sociales, y económicas, es el hecho de que en América Latina catolicismo y colonialismo han estado asociados desde un comienzo. El hecho es que ha sido la propia Iglesia la que se ha encargado de dejar en el silencio tanto el abuso sexual como a sus voces críticas internas (surgidas de la misma Latinoamérica!). De ahí que me parezca que si buscamos algo así como la emancipación de la heterosexualidad obligatoria, situada desde nuestra posición como sociedad tercermundista buscando compulsivamente asimilarse a una postmodernización neoliberal, se vuelva necesario: denunciar la complicidad de la esfera pública chilena con la mantención de relaciones de subordinación ideológica respecto de los postulados reaccionarios que emanan desde el Vaticano; atacar descarnadamente el encubrimiento y silenciamiento del accionar político de la Iglesia, especialmente en su reforzamiento explítico de la heterosexualidad obligatoria.

En definitiva, el llamado sería a quebrar (si es necesario mediante violencia - simbólica, material, intelectual, nunca tenemos suficientes armas) el consenso político nacional, podrido y rezumante del papismo más náuseabundo. Si ha de existir tal cosa como la nación de lxs chilenxs, entonces esta no será católica, así sea necesario tener que meterse uno por uno en el culo los crucifijos del país.

Sunday 11 April 2010

Los rostros de la plebe

"Un día cualquiera, Isidro Peña, un mestizo natural de Pisco, de oficio arriero, ingresa a Lima trayendo leña desde Santa Inés y tiene, por razones que no interesan, una pelea con un zambo esclavo, que lo agrede, le arroja piedras, lo deja malherido y, en todo momento, no cesa de insultarlo, 'choléandolo' y diciéndole 'otras palabras deshonestas'. El mestizo acabará hospitalizado, por lo que su mujer decide ir a quejarse ante el amo de agresor, quien le replica diciéndole 'que era criminosa porque era chola...'. Otro caso similar: una mujer fue insultada 'con las palabras de Puta, Chola, arrastrada, indigna y sobrada...'"

Alberto Flores Galindo, Los rostros de la plebe, Barcelona, Crítica, 2001, p. 91. Énfasis mío

Saturday 10 April 2010

El Bicentenario, el terremoto, y las trampas de la identidad nacional

Si de un tiempo a esta parte la conmemoración del Bicentenario se veía venir como una sucesión casi inescapable de eventos de celebración, con los últimos acontecimientos pareciera que las actividades de rememoración adquirirán un cariz bastante diferente. En lo que sigue, me gustaría poder ofrecer algunas apreciaciones al respecto, con el objetivo de establecer preguntas en torno a las cuales pueda girar una discusión un tanto más crítica del asunto. Para ello, haré un contraste entre los discursos previos que proyectaban la conmemoración y los giros que han adquirido, tanto tras el terremoto como después del cambio de mando. Mi tesis aquí es que el marcado énfasis en asuntos identitarios y patrimoniales son parte de un discurso más amplio de unidad nacional que tiene la potencialidad de suprimir evaluaciones críticas de la historia de Chile a la luz de los 200 años de la Junta de 1810.

En gran medida, el proyecto de la Concertación como bloque político podía/puede (la actualidad tanto de la Concertación como de su(s) proyecto(s) puede discutirse, pero no es este el lugar) definirse por enfatizar, desde una óptica progresista, el tránsito de la sociedad chilena hacia el 'desarrollo'. Con definiciones un tanto vagas respecto del contenido de este desarrollo (lo que no impidió que se instalara como parte del consenso político partidista), se pensaba el Bicentenario como un hito en el cual sería posible constatar el avance de país. De ahí que una serie de proyectos se alinearan tras el nombre 'Bicentenario', como forma de unificar bajo un gran paraguas las aspiraciones de la Concertación. Equidad de género, protección social, dinamismo económico, infraestructura moderna, pero también una política cultural de 'democratización', especialmente del patrimonio, son todos elementos que a mi juicio dan una idea de hacia dónde pensaba la Concertación la celebración del Bicentenario.

Si bien tanto el terremoto como el cambio de coalición en el Gobierno permitiría plantear razonablemente un giro en los énfasis de la conmemoración, hay que constatar cómo la anterior Oposición ha sido también partícipe de la retórica del desarrollo del siglo XXI. No obstante este consenso, es claro que ha habido nuevas orientaciones, dentro de las cuales quizás la más visible ha sido el llamado a la 'reconstrucción y la unidad nacional'. El campo político ha estado atravesado en el último mes de esas dos palabras, las cuales en gran medida restingen el vocabulario de los actores (institucionales, partidistas, o sociales). Quisiera hacer una analogía - aún cuando no es un ejercicio que históricamente tenga validez 'probatoria'. Si pensamos en el contexto de la I Guerra, muchos opositores del conflicto armado, especialmente socialistas y comunistas, se vieron entrampados en una discusión que los hacía ver como anti-patriotas si es que formulaban algún tipo de suspicacia respecto del esfuerzo de guerra. Así, casi en abierta contradicción con sus principios internacionalistas, el Partido Socialdemócrata alemán dio su apoyo a los Créditos de Guerra para no verse marginado del sistema político del momento.

En una manera similar, cualquier crítica a las formas de 'celebración del Bicentenario' que se propone instalar el gobierno corre el riesgo de ser fichada como anti-chilena. La memoria oficial (léase estatal) se perfile en torno a un regreso a discursos sumamente esencialistas de 'lo chileno'. Así, hay que tomarse un poco más en serio la justificación en el cambio de logo. Frente a esa suerte de modernización tecnocrática de los cubos de colores, la llegada de una imagen que contrapone un 'Gobierno de Chile' con tonos de casa comercial a un escudo de Chile que no deja de verse como medalla militar. La operación, en términos generales, es hacer pasar por 'lo chileno' aquello que las élites políticas y culturales de la derecha identifican como tal. De ello se sigue el énfasis en un patrimonialismo conservacionista, que apunta a mantener las cosas 'tal cual', y evitar cualquier noción de cambio o modificación creativa.

Ni qué hablar de las formas en cómo se imagina la historia del país. Ciertamente, las divisiones son mucho más claras a la hora de hablar del pasado reciente (recordemos el episodio de 'Grandes chilenos' que terminó con la elección de Salvador Allende como personaje epónimo). No debería sorprendernos ver una profusión de O'Higgins, Carrera, Portales y Cía. invadir el espacio público. Aun cuando en ambientes académicos hay mucha discusión avanzada al respecto, la mayor parte de lxs dirigentxs políticos no parecen concebir una continuidad de estructuras coloniales en la 'vida republicana'. Así, el pasado aparece como algo desproblematizado, sin tensiones, con pasos simples de una época a otra.

Para cerrar, me gustaría plantear algunas preguntas que ojalá alentaran la discusión. ¿En qué medida es la apelación a una unidad nacional una estrategia que apunta a silenciar la disidencia política? ¿Cuáles son las continuidades y los cambios sobre los cuáles deberíamos discutir al calor del Bicentenario? ¿Qué es lo que queremos recordar en esta ocasión? ¿A quiénes? ¿Cómo? Quizás, debería haber partido por una pregunta más elemental: ¿por qué celebrar ahora y no en otra fecha? ¿Por qué pensar que la historia de Chile cambió en 1810?

Notas de discusión de campo

"Es que en el fondo, para nosotrxs siempre estaba ese problema de la legitimidad, de qué tan válido era lo que estábamos diciendo. Porque claro, resulta fácil al principio decir tal o cual cosa sobre un grupo, un colectivo... Pero de repente nos preguntamos '¿y por qué?'. Todo ese asunto de la subalternidad, de hablar por, de tomar el lugar del objeto de estudio, el mismo problema ese del objeto de estudio. Y de ahí vino obviamente el momento de tensión cuando algunos pensamos '¿y por qué no?', porque creíamos entonces, y seguimos creyendo ahora en cierta manera, que no había por qué limitarse ni castrarse. Que al final, si íbamos a andar haciendo historiografía, o filosofía, o crítica literaria, o sociología, o lo que fuese, no podíamos renunciar a algo que pensábamos que tenía un valor crítico fundamental. Algo que, mal que les pesara al resto, era precisamente lo que nos había hecho plantear esa pregunta..."

Saturday 3 April 2010

Kolonie

Nos juntábamos a conversar. De lo que fuera en realidad, pero en especial de cómo olvidar el habla, y la escritura, de cómo desaprender esas formas de sujeción, de cómo hacerse una manera propia de sujeción que fuera un apoyo y no un encadenamiento. Hablábamos de gente que escribe muy lejos de este país, seguramente sin tener idea alguna de que lanzaban su escritura como una botella flotante. Y pensábamos '¿tenemos derecho a abrir ese mensaje?' o más aún '¿por qué tenemos que pedir permiso para poder leer ese mensaje?' o quizás 'si ese mensaje no está dirigido a nosotrxs, ¿por qué nos sentimos interpelados por él?'. Éramos (y seguimos siendo, qué duda cabe) lxs bastardxs de la colonialidad rebelada. Al menos eso queríamos pensar.