Thursday 30 October 2014

Contar la vida

Contrario a lo que puede pensarse como primera impresión, me gusta mucho escuchar. Usualmente cedo al ímpetu de interrumpir en medio de la frase con acotaciones, glosas o derivas sin relación aparente con el tema, y me gusta cuando otros hacen lo mismo conmigo (me molesta la gente que no me interrumpe o no se deja interrumpir). De ahí mi fascinación con el teléfono: no medir el flujo de la conversación por nada que no sea la voz, recaer en el habla y sus inflexiones para saber hacia dónde moverse.

Estos últimos días (últimas semanas, si soy exacto) he tenido la oportunidad de escuchar-y-contar en circunstancias que no me imaginaba. No comprendo bien de dónde viene la confianza y menos aún siento que sea merecida. Se lo repetí de mil formas imaginables a un amigo: vivo en la permenente deuda y en la inseguridad de no haber hecho lo suficiente por las personas que me importan. Me funciona como regla de vida, pero no puedo imponerle esa ética al resto.

Llegado el momento no puedo hacer más que callar y ejercitar la paciencia de la escucha. En momentos así -de confesión o de desahogo- ambas personas se exponen, aun si estamos acostumbrados a pensar sólo quien habla realiza una apertura. Por el contrario, todas estas veces que me he sentado a conversar me siento expuesto, como si quien tengo al frente estuviera examinándome mediante ese gesto de intimidad compartida. "Esto tengo que contarte, te hago responsable por ello". No sé si quienes hablan conmigo están al tanto del valor que le asigno a sus historias-vidas. Cada vez que ocurre con alguien ese momento testimonial veo transmutarse las cosas, unificándolas. Ya no puedo separar a la persona de lo que me ha contado de sí misma, de esa experiencia que se ha entramado en mi propio cúmulo (porque es así como las nubes: una condensación de todo tipo de materias) de experiencias.

¿Cómo he de responder (¿corresponder?) a esta acción? Repito siempre lo mismo, ahora que me doy cuenta. Me anudo en el resto, como siento que ellos se han anudado en mí. Ahí reside una amistad, en el vínculo como metáfora y como realidad. Amarrarse a tal punto que algunos movimientos ineludiblemente tocan al otro, obligan a pensar en cómo atravesar un sitio conjuntamente. De ahí que los quiebres impliquen empezar a moverse -de súbito, a veces- en un espacio ajeno, que se siente vacío por fuerza de carecer de otros nudos. ¿Qué ocurrirá ahora que ya ciertas distancias se han estrechado, puede que irreversiblemente, con tal de no provocar ahogos y sofoques?

Sunday 19 October 2014

Me ahogaré en este mar de libros. Compra compulsiva, difícil decir otra cosa. O tal vez no: lo similar llama a lo similar. No se trata del coleccionismo como principio general (hay harto de eso también, la bibliofilia de las primera ediciones, por ejemplo, que me hizo lanzarme en picada sobre un libro tardío de Gombrowicz), sino del colmar muebles sin planificación alguna.

Thursday 2 October 2014

Nada de lo irresuelto se va realmente. Puede desplazarse, puede demorarse, pero eventualmente volverá, aun cuando sea sólo para confirmar nuestra incapacidad para definir qué es lo pendiente (a pesar de que la resolución, difícil de determinar, pudiera llegar a ser una cuestión sencilla).
Will you still miss me
when you find out?