Tuesday 5 January 2010

Muerte al liberalismo!

La situación política actual de Chile pone en evidencia brutal no sólo el fracaso de una izquierda crítica (ni qué decir anticapitalista o antisistémica) de lograr aparecer como alternativa política, sino cómo incluso la izquierda y centroizquierda sistémica han debido ceder frente a un consenso liberal. "Lo que pasa", me decía una profesora la semana pasada, "es que estamos en un escenario de derrota. Esto no es los años 60, donde se podía elegir entre proyectos claros. No! Estamos como en los 20, en un contexto de derrota de la izquierda. Y lo que se podría venir es mucho peor que la Concerta".

Mi problema no es tanto con el nivel de certidumbre que tiene ese diagnóstico (mucho de eso es bastante real, qué duda cabe). El problema está: ¿qué tanto daño le hará a segmentos 'de izquierda' el apoyar (reluctantly as it may be) a Frei? Panchiba, unx de lxs muchxs devenires sexuales de la CUDS, escribió recientemente una columna desde el punto de vista de las organizaciones LGBT. Las conclusiones son ambiguas, pero hay un punto interesante: la facilidad con que la institucionalidad de la 'diferencia sexual' le ha entregado el poto a Frei. El problema radica en que ahí todxs sabemos que hay un voto cautivo: los fletos piñeristas son minoría, y posiblemente no votan.

No estoy llamando en ningún caso a llevar adelante una agudización de conflicto. El análisis de la correlación de fuerzas muestra que en estos momentos no hay posibilidad de liderar (desde la izquierda radical) un bloque hegemónico de oposición al Piñerismo-en-gobierno. Por el contrario, la lucha seguramente se generaría entre liberal-progresismo y liberal-conservadurismo. Entre neoliberalismo con o sin píldora en consultorios. Y estos no son temas menores, pero ciertamente desvían la atención del hecho patente: hemos cedido a la lógica de las sociedad política y económicamente liberales. La experiencia nos muestra que es muy razonable suponer que estos problemas (llamados 'valóricos') eventualmente se resolverán a favor del liberal-progresismo. Lo que no nos muestra es cómo, cediendo qué cosas, generando qué formas nuevas de opresión.

Leía una columna de Juan Carlos Eicholz, un tipo que ralla con el asunto del liderazgo. Y es tétrico cómo los liberales de su calaña tienen un presentismo a ultranza. Se trata de dejar de lado la "primera transición" y pasar al "país de todos" (en el fondo, liberal-conservadurismo: la idea de la unidad nacional orgánica, el país como familia). Que Piñera hable de "sumarse" evidencia la clásica alienación de la política: presentarse públicamente como una actividad noble, cuando en el fondo todxs sabemos que no será "la ciudadanía" (menos aún "el pueblo") quien gobernará, sino lxs mismxs de siempre en sus sillones de directorio.

Lo que busca el liberalismo es hacer una política vaciada de la dimensión más cruda del poder: el conflicto, la tensión, la friccionalidad. Una política profesional, no disputacional; no relacional sino técnica; no emancipatoria, sino del "entusiasmo, la energía, la garra". La pregunta que me hago ahora es, ¿hasta cuándo hay que hacer alianzas estratégicas con el liberal-progesismo? ¿Hasta cuándo seguir escondiendo las propias debilidades en el mal menor? ¿Hasta qué punto retrasar una praxis emancipatoria y radical porque el horizonte se nubla con los jinetes del apocalipsis?

(Continuará...)

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