Saturday 10 April 2010

El Bicentenario, el terremoto, y las trampas de la identidad nacional

Si de un tiempo a esta parte la conmemoración del Bicentenario se veía venir como una sucesión casi inescapable de eventos de celebración, con los últimos acontecimientos pareciera que las actividades de rememoración adquirirán un cariz bastante diferente. En lo que sigue, me gustaría poder ofrecer algunas apreciaciones al respecto, con el objetivo de establecer preguntas en torno a las cuales pueda girar una discusión un tanto más crítica del asunto. Para ello, haré un contraste entre los discursos previos que proyectaban la conmemoración y los giros que han adquirido, tanto tras el terremoto como después del cambio de mando. Mi tesis aquí es que el marcado énfasis en asuntos identitarios y patrimoniales son parte de un discurso más amplio de unidad nacional que tiene la potencialidad de suprimir evaluaciones críticas de la historia de Chile a la luz de los 200 años de la Junta de 1810.

En gran medida, el proyecto de la Concertación como bloque político podía/puede (la actualidad tanto de la Concertación como de su(s) proyecto(s) puede discutirse, pero no es este el lugar) definirse por enfatizar, desde una óptica progresista, el tránsito de la sociedad chilena hacia el 'desarrollo'. Con definiciones un tanto vagas respecto del contenido de este desarrollo (lo que no impidió que se instalara como parte del consenso político partidista), se pensaba el Bicentenario como un hito en el cual sería posible constatar el avance de país. De ahí que una serie de proyectos se alinearan tras el nombre 'Bicentenario', como forma de unificar bajo un gran paraguas las aspiraciones de la Concertación. Equidad de género, protección social, dinamismo económico, infraestructura moderna, pero también una política cultural de 'democratización', especialmente del patrimonio, son todos elementos que a mi juicio dan una idea de hacia dónde pensaba la Concertación la celebración del Bicentenario.

Si bien tanto el terremoto como el cambio de coalición en el Gobierno permitiría plantear razonablemente un giro en los énfasis de la conmemoración, hay que constatar cómo la anterior Oposición ha sido también partícipe de la retórica del desarrollo del siglo XXI. No obstante este consenso, es claro que ha habido nuevas orientaciones, dentro de las cuales quizás la más visible ha sido el llamado a la 'reconstrucción y la unidad nacional'. El campo político ha estado atravesado en el último mes de esas dos palabras, las cuales en gran medida restingen el vocabulario de los actores (institucionales, partidistas, o sociales). Quisiera hacer una analogía - aún cuando no es un ejercicio que históricamente tenga validez 'probatoria'. Si pensamos en el contexto de la I Guerra, muchos opositores del conflicto armado, especialmente socialistas y comunistas, se vieron entrampados en una discusión que los hacía ver como anti-patriotas si es que formulaban algún tipo de suspicacia respecto del esfuerzo de guerra. Así, casi en abierta contradicción con sus principios internacionalistas, el Partido Socialdemócrata alemán dio su apoyo a los Créditos de Guerra para no verse marginado del sistema político del momento.

En una manera similar, cualquier crítica a las formas de 'celebración del Bicentenario' que se propone instalar el gobierno corre el riesgo de ser fichada como anti-chilena. La memoria oficial (léase estatal) se perfile en torno a un regreso a discursos sumamente esencialistas de 'lo chileno'. Así, hay que tomarse un poco más en serio la justificación en el cambio de logo. Frente a esa suerte de modernización tecnocrática de los cubos de colores, la llegada de una imagen que contrapone un 'Gobierno de Chile' con tonos de casa comercial a un escudo de Chile que no deja de verse como medalla militar. La operación, en términos generales, es hacer pasar por 'lo chileno' aquello que las élites políticas y culturales de la derecha identifican como tal. De ello se sigue el énfasis en un patrimonialismo conservacionista, que apunta a mantener las cosas 'tal cual', y evitar cualquier noción de cambio o modificación creativa.

Ni qué hablar de las formas en cómo se imagina la historia del país. Ciertamente, las divisiones son mucho más claras a la hora de hablar del pasado reciente (recordemos el episodio de 'Grandes chilenos' que terminó con la elección de Salvador Allende como personaje epónimo). No debería sorprendernos ver una profusión de O'Higgins, Carrera, Portales y Cía. invadir el espacio público. Aun cuando en ambientes académicos hay mucha discusión avanzada al respecto, la mayor parte de lxs dirigentxs políticos no parecen concebir una continuidad de estructuras coloniales en la 'vida republicana'. Así, el pasado aparece como algo desproblematizado, sin tensiones, con pasos simples de una época a otra.

Para cerrar, me gustaría plantear algunas preguntas que ojalá alentaran la discusión. ¿En qué medida es la apelación a una unidad nacional una estrategia que apunta a silenciar la disidencia política? ¿Cuáles son las continuidades y los cambios sobre los cuáles deberíamos discutir al calor del Bicentenario? ¿Qué es lo que queremos recordar en esta ocasión? ¿A quiénes? ¿Cómo? Quizás, debería haber partido por una pregunta más elemental: ¿por qué celebrar ahora y no en otra fecha? ¿Por qué pensar que la historia de Chile cambió en 1810?

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