Friday 13 January 2012

Downton Abbey

¿Una apuesta por interpretar el pasado? Seguramente. En Downton Abbey hay una idea de cómo era la sociedad inglesa de principios de siglo, desde la perspectiva de una casa señorial de Yorkshire. Se trata de la historia de los Crawleys y sus sirvientes, las desventuras de la aristocracia terrateniente británica en el momento cúlmine de la hegemonía del Reino Unido por sobre el resto del mundo.

La historiografía (para ser justo: cierta historiografía) ha tendido a ser excesivamente suspicaz cuando otros registros buscan representar el pasado, saltándose los protocolos que como disciplina ha forjado. Casi como un sirviente interrumpiendo la cena, o un invitado que habla de manera impropia, las relaciones entre historiografía y 'todo lo demás' (literatura, cine, fotografía, &c) han sido tensas. Ni que decir tiene que estas tensiones son una manifestación clara de las ansiedades de la conciencia moderna del siglo XIX, compartimentalizante, asidua demarcadora de las provincias de lo propio y lo impropio, lo de aquí y lo de allá. La historiografía es como Carson, el mayordomo de Downton más preocupado del servicio de la mesa que de su propia salud.

Algo se filtra en Downton Abbey que, a mi parecer, elude la reducción a lo 'meramente ficcional'. No deja de ser muy llamativo que esta apuesta por representar un pasado nos haga tanto sentido. En cierta forma, lo interesante de la serie de televisión es que, como en Los 80, vemos un abanico amplio de personajes representados, no obstante que el foco de la historia está decididamente puesto en un lado y no en otro. Lo que quiero decir es: los intríngulis de la sucesión del título de Conde de Grantham ganan en dramatismo narrativo y en 'sentido interpretativo' (en términos históricos) cuando se ven encadenados (¿yuxtapuestos?) con las incursiones feministas de Lady Sybill (una de las hijas del Conde) y las aspiraciones de movilidad social de gran parte de los sirvientes.

El recurso de 'upstairs-downstairs' no deja de funcionar a la hora de mostrar una representación ficcional de las tensiones entre las clases de la sociedad británica que camina, sin tener mucha claridad (pero nosotrxs en su lugar no lo habríamos hecho mejor), hacia un descalabro sin precedentes. No sólo las consecuencias de la Primera Guerra (la más evidente y dramática de las cuales sigue siendo la Segunda), sino además el quiebre progresivo de la hegemonía británica sobre el capitalismo mundial y la profundización de las crisis internas. Tal vez el mayor logro dramático e histórico sea este: mostrar la historia trágica de una sociedad que no dimensiona los alcances de sus acciones, que hace sin saber lo que deshace, insertos dentro de las limitaciones y posibilidades de un tiempo irrestituíble.

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