Tuesday 20 March 2012

Aysén y aborto se escriben con a

La televisión es una fuente inagotable de rabias. Cuando en un país ocurre que no es posible confiar en los medios de comunicación locales, se suele hablar de situaciones autoritarias y represivas. Al menos eso es lo que imagino se piensa de regímenes como el de Siria o Norcorea u otros estados que siempre se figuran lejanos. Mismo con Venezuela o Cuba, en donde la distancia ya no es espacial sino cultural y política. En Chile, eso nos dicen los diarios y la televisión, hay libertad de información, a diferencia de toda esa sarta de autocracias y dictaduras, sociedades que en el mejor de los casos no valoran la democracia que tanto costó constuir. No deja de ser curioso y cruel que los jueces que pasan sentencia sobre otros se juzguen a sí mismos, y de paso se encarguen de recordarnos lo mucho que les debemos.

De las últimas semanas me quedo con pocas imágenes y con menos palabras aún. Ver las barricadas tan al sur y las barricadas aquí mismo; escuchar que se usa la expresión 'proteger la vida humana' dos minutos después, clamando por lxs indefensxs sin un mínimo de vergüenza. Dan ganas de atravesar la pantalla y gritar al menos a quienes salen mirando a esa audiencia imaginaria en la que no puedo reconocerme (a lxs que están con el micrófono habría que decirles otro tanto). ¿Me habla usted a mí señora von Baer? ¿Está queriendo implicar, señor Hinzpeter, eso mismo que creo que está diciendo? ¿Cómo pretenden que albergue para ustedes la más mínima credibilidad, una pizca apenas de confianza?

Me sorprende que el nexo que permite unir los debates de las últimas semanas sea tan evidente. Tal vez por eso sea que lxs políticxs han salido a opinar tan ansiosxs. Porque la experiencia nos ha mostrado estos cientos de años que llevamos ya dando vueltas, que lxs dominadorxs no se molestan en abrir mucho la boca a menos que sientan que algo está en juego. Saben bastante bien lo que les duele, aunque no siempre se den cuenta. Aysén y el aborto son la desobediencia de la autoridad. Es decir cualquier otra cosa a un 'sí' o un 'no' que vienen de lejos, con la fuerza la ley impuesta a palos, porque a palos es como se habla en este país cuando a algunx de nosotrxs se nos ocurre decir 'pero...'. Quienes dominan en este país han dado señales de percatarse de los desafíos a la autoridad, en muchos casos de mejor forma que quienes la desafían. No conspiran, no maquinan en una secta, pero hacen saber que no les gusta ser puestos en cuestión.

¿A quién pretendemos quitarle la autoridad sobre nuestras vidas? No basta con dar una respuesta que identifique al enemigo, ni menos aún decir que cada unx es un pequeño policía en potencia. Ni siquiera basta con hacer esto que estoy haciendo: responder por la negativa. Cada vez me tengo menos confianza cuando recurro a este método, porque me pone en evidencia precisamente el embrollo en que esta forma de dominación nos ha metido: la desautorización que hacemos de nosotrxs mismxs. Desafiar la autoridad, sí. Decir que sí al aborto, para que la autoridad se resquebraje. Levantar barricadas en Aysén, para que la autoridad entienda que depende siempre de la creencia en su poder para presentarse como la única vía legítima. Resistir, sí, aunque sabemos que no es fácil, que combatir a la autoridad no puede transformarse en una fábrica de carne de estatua. En esta desobediencia larga y dura que tenemos que hacer, falta acaso que nos autoricemos entre nosotrxs, que nos demos una forma propia de decirnos capaces de hacer algo. Que nos autoricemos a no tener miedo y a tenerlo también con profundidad. Que nos demos la autoridad de dudar de nosotrxs de forma fraterna. Que encontremos, quizás, una manera de autorizarnos sin tener que recurrir a la autoridad que estamos intentando desautorizar.

Me pregunto si no estaré confundiéndome sólo porque Aysén y aborto se escriben con a.

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