Thursday 10 May 2012

¿Discriminación?

Se aprobó la llamada "Ley Zamudio", y me pregunto para qué nos servirá. Sin desconocer la justicia de un reclamo por igualdad jurídica, tengo la impresión de que este acontecimiento legal se prestará (como lo han hecho otros de su estilo) para ser una barrera a la radicalización política general. ¿Gana el MOVILH? Sí, y también ganan los sectores políticos tradicionales, que no han tenido que hacer concesión alguna para aprobar un proyecto de ley que no se piensa más allá de consagrar la buena fe del marco legal para que nadie sea discriminadx. 


Ni qué decir tiene el hecho de que el léxico de la discriminación tiene limitaciones evidentes. Y lo que me complica mucho más es el proceso, el cómo llegamos aquí, que el hecho de que este hito esté en nuestro itinerario. Porque si hubiese la intención -que a todas luces parece no haberla, por razones que habría que desmenuzar en último término, pero que ya son conocidas de una u otra forma- de que el asunto no se acabase aquí, de que la lucha legislativa no fuese la única lucha o la más importante, entonces no me parecería tan terrible una ley anti-discriminación. Pero no es así, y en vez de preguntar '¿qué queremos además del piso menos-que-mínimo de una ley anti-discriminación?' asistimos a ejercicios bien vacíos de repudio a quienes se rehusaron a aprobar la ley. 


Gran parte de mis aprehensiones pasan por el hecho de que yo no creo que seamos un país más 'desarrollado', 'moderno' o 'justo' sólo por virtud mágica de que unas cuantas personas dijeron 'a favor'. No me convence esa idea, aunque entiendo que a muchxs sí. Tarea para la casa y para la calle de quienes nos decimos feministas revolucionarixs. Seremos un país mejor el día en que proyectos como este no sean moneda de cambio para que el gobierno de turno parezca buena onda; seremos un mejor país el día en que una ley sea una parte de la trayectoria de liberación de nuestra sociedad; seremos quizás mejores personas si en el camino nos transformamos también, y dejamos de pensar que está bien que las cúpulas negocien sin importarles que las personas supuestamente beneficiadas por una ley estén en el mismo estado de opresión, con la misma conciencia incuestionante. Y un mejor país en que la muerte no sea el requisito de cosas como esta, en que no haya que morir para que alguien recién se atreva a plantear -sin miedo- lo que se le ocurre es la vida que se le imagina más vivible.

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