Sunday 9 December 2012

Sobre 'De-mente'

No se trata, en propiedad, de una obra de teatro del tipo que suela gatillar la escritura. Si me preguntan por qué hablar de De-mente y no de otra pieza en el expansivo -y muchas veces excesivamente centrífugo- panorama teatral de Santiago, pues, no sabría muy bien cómo justificarme. De alguna manera, siento todavía la obligación de hacer frente a la demanda que pide las credenciales del material; esa forma de entender la crítica en el eje de la absolución y la condena. 

Una invitación sin más formalidad que la notifiación virtual me lleva al auditórium del Liceo Lastarria a ver la obra del Grupo de Teatro. No tengo muy claro qué esperar ni qué me ha llevado acá. Hay, cierto, un ejercicio de esa solidaridad que se traduce en 'apañamiento', prestarse ropa entre personas que se ha conocido en otros espacios para cosas que exceden las tareas que llevaron al compañerismo en un primer lugar. Dicho de otro modo: no estaría aquí si no es por los chicos de Las Putas Babilónicas. 

Leída con detención, De-mente es una obra que no tendría por qué llamar mi atención más allá de este hecho al parecer tangencial, como es el motivo que me pone en condición de espectador. Pero debiera ser esa misma detención la que resaltaría los elementos cruciales y constitutivos que hacen de esta una obra que puede tener un cierto valor personal. Bruscamente, salta a la vista la tremenda rigidez de los recursos expresivos de la puesta en escena, lo que no hace sino inscribir con mayor claridad a De-mente en el lugar que se espera: teatro escolar. 

La improvisación algo tosca y el desarrollo textual de alcance débil en lo que a estructura se refiere se enmarcan en las convenciones de un género que sobre-acentúa su permeabilidad a y diálogo con los sucesos más contemporáneos. La naturaleza de sketch de la pieza hunde a De-mente en lo más hondo de la contingencia, pues el humor que aparentemente moviliza la trama debe estar por necesidad ligado al chiste de fácil comprensión, al comentario ágil y preciso. 

Por cierto, este spirito giocoso depende sin lugar a dudas de los chicos de Las Putas. Tanto la acutessa humorística como la estereotipación de los personajes me provocan risas cómplices a la vez que sugestivas. En la escenificación burlesca acontece un amariconamiento rabioso y lúdico que no puede sino ser un acto de osadía en el contexto en que ocurre. Si ello ocurre gracias a  o no obstante el hecho de que se trata de un momento ficcional -y, por tanto, si es que requiere una eventual discusión sobre el carácter y alcance de la transgresión que implica- es algo que no logro todavía elucidar. 

En el momento mismo de la función me ocurre lo siguiente: situada dentro de la obra misma, la actuación de Las Putas me devuelve la imagen de una falta. No la falta de algo cuya posesión fue efectiva, sino la negatividad punzante de lo nunca-tenido. Su presencia ahí me sugiere (¿alegóricamente?) la experiencia de un adolescente que no existió, pero cuya existencia se me vuelve un deseo angustioso por la presencia desenfada que tengo en frente. Reflexionar con profundidad sobre tal o cual aspecto estético o político de De-mente amenaza esta intuición. Entonces, violento y todo, acaso sea mejor detener un pensamiento que pone en riesgo esta fragilidad, que dejar que se apisone una experiencia en nombre de la 'crítica'.

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