Saturday 13 August 2016

Tísicas

No logro sacudirme la fascinación por la tuberculosis. Participar de ella es un modo pueril de acercarse a lo que la cultura europea -esto es, el segmento burgués y romántico de la Europa del XIX- codificó y anudó en las muchas figuras que integran el elenco de personajes memorables, reales o ficticios, que murieron con la sangre en la garganta. Digo pueril porque en ese movimiento, con esa tonalidad, se despoja a esa cultura de parte de su poder, mostrándola como el juego de expectativas que es. Los amantes separados por las exigencias sociales y reunidos hacia el final, poetas y artistas incomprendidos o abandonados a la peor de las suertes en un mundo vertiginoso cuyos destinos son regidos ya no por el contrabalanceo moral de la aristocracia, sino por el imperativo abstracto de la acumulación, que borra a su paso las menudencias exigidas por grados u orígenes a quienes ostentan la conducción de la sociedad. Violetta, Mimi, Keats, Chekhov, Kafka, o aun más cerca, Bolívar. Cada cual asediada por sus propios torbellinos, marcando el sobrepasarse de la vida acelerada más allá de la vida: manchas sobre un pañuelo, una convulsión y, a fin de cuentas, el instante breve de lucidez antes de que el aire deje de perturbar los pulmones que abandonan el cuerpo.

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