Saturday 7 October 2006

Ensayo FDD II

Democratogénesis

Clave para poder entender la relación entre Desarrollo y Democracia es el considerar las condiciones que dieron orígenes a los sistemas democráticos. A grandes rasgos, podemos decir que tras la Ilustración se constituye dentro de Europa una disposición para ensayar sistemas de gobierno que supusieran un cambio (más o menos radical) al status quo. Quizás la Revolución de Estados Unidos fue el elemento que gatilló más claramente la noción de que un sistema democrático era el que iba en mayor concordancia con los ideales de Libertad, Justicia e Igualdad ciudadana. A todo lo anterior sumamos la Declaración Universal de Derechos del Hombre y el Ciudadano, la cual da el pie para la común asociación plenitud de derechos-democracia-libertad.

Así, durante todo el Siglo XIX logramos observar como distintos Estados nacionales ensayan sistemas políticos, todos aparentemente tendientes a la ampliación de las libertades y el Desarrollo en el plano económico. Los resultados son disímiles; hay restauraciones del Antiguo Régimen en la mayoría de los países Europeos, Inglaterra afianza su dominio colonial, en Latinoamérica las Colonias logran independizarse, pero luego caen en la inestabilidad interna, logrando salir de ella con mayor o menor rapidez. En el caso de Chile, a pesar de la tradicional división histórica de períodos Conservador y Liberal, queda claro que hay una unidad política que apunta al crecimiento del país en lo macroeconómico, dando facilidades para la expansión económica y habiendo claros intentos por ampliar la cobertura educacional (dando origen a la Clase Media).

Ahora bien, lo que llama la atención es que, a pesar de la ampliación de las libertades, persisten prácticas como el cohecho y la intervención electoral. Detrás de la máscara democratizadora están los mismos dirigentes, liderando un circo que no obstante rinde frutos. Esta política Finisecular apunta a la grandilocuencia, a las obras emblemáticas, a la Unidad. El Desarrollo es algo del País (cristalización evidente del ideario portaliano, el cual parece hacerse patente en otros países con las más diversas manifestaciones – destaca la pareja Churchill/Hitler).

No obstante, este supuesto avance propugnado por la dirigencia no implica al parecer un acceso para toda la población (menos aún a la población que sustenta el ‘esfuerzo nacional’). Es así como llegamos al Siglo XX. La introducción del Sufragio Universal y la entrada de las mujeres al electorado dejan en claro que un sistema Democrático debe ser uno que otorgue beneficios claros a las personas quienes lo integran. Los regímenes no-capitalistas son una muestra del rechazo al fracaso en varios países de las Democracias Liberales y su economía impersonal.


En definitiva, la historia de la Democracia se resume como una historia que pareciera apuntar hacia una expansión (a lo menos nominal) de la participación. Aun cuando la falta de interés real por ejercer los derechos consagrados sea una tendencia difícilmente desechable, la legitimidad de la Democracia Liberal descansa, hoy por hoy, en la inclusividad que puede alcanzar y en los grados de representatividad que logra. Verificamos ello en las reacciones adversas que suscitan las iniciativas de seguridad que requieren la disminución de libertades para su ejecución. Existe un gran escepticismo y un debate no menor acerca de cuánto estamos dispuestos a ceder en pos de la seguridad y si es realmente una Democracia un sistema que no es capaz de otorgar una respuestas contundente a dicha interrogante.

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