Friday 13 November 2009

'Pero siempre se lucha CONTRA algo...'

Especialmente ahora que estamos en tiempos eleccionarios, es fácil sentirse bombardeado constantemente con la incitación/interpelación a 'hacer política'. Desde todos lados llegan esas apelaciones a la 'juventud' para que se comprometa, asuma una vocación de servicio público, se sume a la lucha contra X, construya poder local, y así. Me gustaría hablar de una lucha en particular y de un problema político en especial.

Lo que hoy se reconoce (no sin problemas) como el campo de las llamadas minorías sexuales (o LGBTTI - suma y sigue con las siglas) ha atravesado una serie de hitos dentro de su trayectoria como movimiento. Desde un primer momento de 'liberación sexual', entendida como la salida del closet y con ello el desafío a una sociedad que se entendía básicamente como represiva sexualmente o discriminadora y moralista, hemos llegado a un punto en el cual pareciese que el espacio para la lucha se reduce progresivamente. Hoy la agenda del 'movimiento' paraciera reducirse a dos o tres puntos bien definidos, en los cuales el Estado es el principal interlocutor (dentro de una lógica de demandas y reivindicaciones): a) la ley antidiscriminación (lo que ya nos dice bastante), b) el debate del matrimonio y/o unión civil, c) campañas de educación sexual y/o prevención del VIH. Pareciera que tras la modificación del artículo 365, los problemas se han acotado a estos ejes.

Me parece que el enmarcar la lucha dentro de este marco es el camino hacia el más rotundo fracaso de cualquier dimensión emancipatoria de la lucha sexual. Podría decirse que hemos (me tomo aquí la libertad de hablar en plurar, con todos los problemas que ello acarrea) 'perdido al enemigo'. Si antes de la 'despenalización' de la sodomía la confrontación era con el Estado y la legislación, nos hemos movido a una lucha de negociaciones. Se ha perdido de vista lo fundamental: no es sólo el Estado quien domina la sexualidad y no es sólo a gays, lesbianas, trans, bisexuales y la larga letanía de diferencias a quienes se domina. Nuestra lucha es, y debe ser siempre, contra un régimen social-sexual-político.

Este régimen no se ha mantenido igual. Si en el capitalismo victoriano se trataba de la represión del deseo de la sociedad en su conjunto, hoy, específicamente en Latinoamérica y dentro del contexto de un capitalismo de consumo-como-deseo/espectáculo, la dominación se juega en otros espacios y otros niveles. Estamos y no estamos más emancipados que hace 100 años. Hoy la lucha no es contra la homofobia explícita (que no ha desaparecido).

La guerra sexual, separada de la guerra de clases, razas y naciones, debe buscar hoy puntos de convergencia. Pero, ¿contra qué o quiénes luchar? Sostengo que precisamente contra la forma ejemplar del capitalismo contemporáneo: el espectáculo de la diferencia. En contra de lo que han sostenido algunxs, son precisamente subjetividades como las llamadas tribus urbanas los focos donde se aloja potencialmente la reacción. En su relación obscena con el espectáculo, creo que estas rebeldías juveniles muestran el punto de llegada de uno de los centros neurálgicos que debemos atacar: la industria de la moda.

No ahondaré ahora en esta cuestión. Propongo que la emancipación sexual hoy no puede obviar este sitio, que como industria deslocalizada sigue el pulso de la reproducción del capital como reproducción de espectáculo, de visualización, de estilización, de corporalidad, pero también de deseo y de integración subordinada de la diferencia sexual. La consigna, queridxs anormales, es simple: la moda debe morir.

1 comment:

Jaime Antonio said...

Sabias palabras, extrañaba cultivarme con tu blog!

te extraño amigo, espero que todo ande bien y que sigamos en contacto... un abrazo gigante