Friday 30 July 2010

Pasos para la descomposición nacional

"Blanco, azul, y rojo tres colores son

Blanco, azul, y rojo tres colores son

Blanco, azul y rojo tres colores son..."

La reproducción de esta rima folklórica, intervenida digitalmente, es el telón de fondo de la performance "La labandera" realizada por Felipe Rivas San Martín el lunes 7 de junio en el marco del Segundo Circuito de Disidencia Sexual, "Por un feminismo sin mujeres", organizado por la Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (CUDS). El llamado "ejercicio pintoresco" consiste en la proyección del cuadro de Mauricio Rugendas "El huaso y la lavandera", mientras Felipe Rivas (vestido con camisa de lino desabotonada y pantalón negro) lava una bandera chilena con cloro.

Hasta ahí la descripción.

La acción performática de Rivas pone en escena una serie de elementos que me parecen interesantes en su conjunción. De buenas a primeras, no me parece posible leer la performance sin ponerla en su contexto (más o menos inmediato). La manipulación del símbolo patrio (la bandera) adquiere especial relevancia bajo el primer gobierno de la derecha política después de la Dictadura, toda vez que uno de los primeros actos de instalación simbólica del gobierno fue el cambio del logo y su reemplazo por el escudo nacional. Desteñir la bandera (con cloro u otro material) resulta ya un gesto cuya eficacia puede ser medida contra la situación política del regreso (esta vez explícito) de la derecha al poder.

Sin embargo, el limitar la lectura de la performance a un desafío a la tradición autoritaria que sostiene ideológicamente los políticos del actual gobierno no es sino ignorar las mismas claves que la acción otorga para su interpretación. En efecto, las líneas de fuga que le otorgan fuerza a "La labandera" se relacionan mucho más con la dinámica citacional que pone en escena que con la acción del lavado. La proyección de cuadro de Rugendas, que cae en un principio sobre un telón y luego sobre la bandera desplegada por Felipe Rivas, es como una suerte de matriz originaria para la performance; "La labandera" replica de manera especular (aunque no en su completitud) la escena y la acción del 'original'.

Este gesto de proyección sobre la bandera nos permite pensar "El huaso y la lavandera" como matriz originaria no sólo de una acción de arte específica, sino también de una idea de chilenidad específica. La nacionalidad que se articula en torno al cuadro de Rugendas es precisamente una que toma al paisaje rural y sus habitantes de manera bucólica e inofensiva para dar sustento imaginario a un Chile aún incierto. Como bien señala el mismo Rivas, el cuadro "representa un ícono de la construcción del mito heterosexual y racial de la nación, en la imagen naturalizada del Chile campesino y la normalización de los roles sexo/genéricos". Este trabajo pictórico cumple la función de un mito, en el sentido que le da Roland Barthes de un sistema secundario de signos que realiza operaciones de ocultamiento de la significación. En la idealización de campo quedan fuera todas las relaciones de violencia (de clase, racial, sexo-genérica) que se dan cita en un país que se encamina ambiguamente hacia la conformación de una economía agroexportadora dependiente y una sociedad típicamente oligárquica. Resulta curioso que dentro del imaginario nacional ocupe un rol tan preponderante la representación de individuos "del común". Como metáfora de la chilenidad, "El huaso y la lavandera" tiene un atractivo para las élites precisamente por su 'pacificación' del campo, por la transformación de la población en paisaje, domesticando así el espacio en ebullición social que el Chile del primer tercio del s. XIX (en circunstancias que están produciéndose de manera intensa las transformaciones apuntadas al disciplinamiento de la mano de obra, en tanto precondición para la transición de un modo de producción colonial hacia una posición periférica dentro del capitalismo decimonónico).

Así, "La labandera" se inserta a sí misma dentro de la larga historia de la relación entre arte y construcción de Estado-nación. Si la realización pictórica y su inserción dentro de circuitos (limitados) de exhibición fue crucial para la formación del "Estado en forma", me parece que aquí el gesto de Felipe Rivas permite afirmar la voluntad de apropiarse de la obra para deshacer la nacionalidad construida utilizando el cuadro de Rugendas. Sin embargo, no es aquí el cuadro mismo el que sirve para deshacer la chilenidad, sino su cita. Ante la imposibilidad de tener el original, diríamos, debemos recurrir a la referencia para poder situar la acción performática; pero cabe preguntarse, ¿es posible tener el original? El texto que acompaña la performance pone de manifiesto el manto de duda que, soterradamente y en silencio, se tiende sobre el estatuto autorial del cuadro hoy en exhibición en el Museo Nacional de Bellas Artes. Sin pretender disputar la originalidad de "El huaso y la lavandera", Rivas toma el cuadro prestado de manera fugaz para llevar a cabo una acción doblemente iconoclasta: desteñir la bandera y hacerlo imitando a lavandera que el cuadro representa. No obstante, dicha iconoclastía tiene un carácter oblicuo, puesto que no se está atacando el objeto mismo, sino más bien parodiando los contenidos simbólicos y los repertorios representacionales que el cuadro utiliza.

Un elemento adicional que resulta particularmente potente (y que bien podría pasar desapercibido) es la relación entre el audio y la acción. El desteñido en paralelo con la iteración de "blanco, azul, y rojo tres colores son..." ocurre en circunstancias que los arreglos y efectos (la voz es del mismo Rivas) hacen colapsar las palabras unas sobre otras. Los campos de tempo contrastan con un lavado de frecuencia errática, producto de lo que se podría suponer es la espontaneidad de una acción no programada. En la misma medida que los colores se deshacen, el audio se entremezcla generando interferencias. Podría sostenerse que el cuestionamiento de los presupuestos de la nacionalidad implica, entonces, el desdibujamiento de los límites representacionales que sirven para simbolizar dicha nacionalidad; el lenguaje y la imagen en sus registros folklorizados y folklorizantes tendríasn que deshacerse para poder dar paso a nuevos modos de existencia.

En rigor, la performance de Felipe Rivas resulta ser un primer gesto que permite plantearse nuevas posibilidades de composición de lo nacional y la nacionalidad mediante la descomposición de uno de sus símbolos. No nos dice qué vendrá después, no nos dice cómo podría resolverse la eterna paradoja de la transición (hacia la democracia, hacia el socialismo, hacia el multiculturalismo, hacia la utopía de la diversidad de las minorías sexuales, hacia la disolución del patriarcado, &c), no establece puntos de llegada sino líneas de fuga. No busca prefigurar sino desfigurar, en el sentido de tomar trazos pre-existentes y torcerlos gestualmente, tal y como se le tuercen y desfiguran las manos a quien lava una bandera con cloro.

Santiago, 27.07.2010

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