Sunday 9 October 2011

Un 9 de agosto

Un 9 de agosto, como hoy, en 1967, en un lugar que está muy lejos de Santiago, está el cuerpo del Che. Nunca conocí al Che, él tampoco alcanzó a conocerme. En la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde llevo ya casi cinco años estudiando, hay un mural del Che, como en muchas otras facultades universitarias en América Latina. En todo el mundo, hay posters, pancartas, murales, y poleras del Che mirando al horizonte. La foto es en Cuba, pero está por todo el mundo.

¿Qué somos del Che? ¿Por qué seguimos pensando en el Che cuando pensamos en la izquierda, cuando pensamos en Latinoamérica, cuando pensamos en la revolución? No creo que el Che sea nuestro progenitor, ni nuestro guía, ni nuestro líder. No sé si me interesaría que lo fuese, no en todos lados se necesitan líderes, y a mí los mesías no me gustan. A él tampoco creo que le hayan gustado. Puede ser que él haya querido ser un compañero, o un cómplice, a pesar de los retazos leninistas que se le salieron en más de una ocasión. Como lector, a veces el Che quiso poner su respuesta antes que la pregunta. Quizás sea por ese 'error de lectura' que ya no nos acompaña, que su cuerpo se quedó en Bolivia el 9 de agosto de 1967. Un error que no le pesó sólo a él, aun cuando da la impresión que lo que importa, es que haya sido su error, y no un error que arrastró a muchos otros cuerpos que se quedaron en Bolivia el 9 de agosto y los días posteriores.

En estos momentos, en que no está el Che para mirarnos, habría que evitar insistentemente el hacerse la pregunta por quién tiene que ocupar su lugar. No se trata de seguir al Che, no lo creo, porque el Che está en Bolivia, en 1967, y ni siquiera a los bolivianos de 2011 les sirve andar siguiéndolo. Como sea, nosotros estamos a todos esos años de distancia, no hay lecciones que nos den los cadáveres por el hecho mismos de ser cadáveres. No hay lecciones que nos pueda dar el Che sólo por el hecho de ser el Che. Nada obliga a reconocernos en él, nada hace que sea obvia su lucha, que nuestra lucha sea su lucha. Nada hay en el Che que no tenga que haber en cada uno de nosotrxs ahora: él no es un superhéroe porque nosotrxs no tenemos por qué serlo, la revolución no la hacen los superhéroes, porque si es así, ¿cómo puede ser que estemos intentando hacerla nosotrxs, que no lo somos, que podemos quedarnos aquí, en un 9 de agosto de 2011, dejando nuestro cuerpo en Santiago de Chile?

No, el Che no está vivo. El problema es precisamente ese, que no lo está. Tal vez esa sea su fortaleza más grande, que no vivió para siempre, que se equivocó en leer, y asumió las consecuencias. Lo que nos queda, todavía, del Che es un recuerdo que anima la rabia, y eso me anima. El Che es nuestra Lady Gaga en la sierra, o tal vez no, tal vez sea como Marilyn Monroe, y Lady Gaga sea el Subcomandante Marcos. No importa. Ni Marilyn ni el Che están vivxs, ambxs dejaron sus cuerpos en otra parte. Hoy estamos en Santiago, y tal vez el mensaje que quiero dejar es este: ni aunque se levantase de 1967 podría el Che hacer lo que no hemos hecho hasta hoy. Su obra permanece incompleta mientras no seamos nosotrxs mismxs quienes empujemos nuestros cuerpos (y su cuerpo) más allá del 9 de agosto de 2011. La mirada incendiaria tiene que seguir siendo nuestra, la impaciencia y la constancia. ¿Qué horizonte hay en la fotografía de Korda? Mientras no sigamos en la lucha, nunca podremos saberlo. Quizás el Che tampoco lo sabe.

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