Tuesday 13 July 2010

Jean-Paul Marat, l'ami du Peuple

Hoy es 13 de julio de 2010.

A Jean-Paul Marat lo asesinaron el 13 de julio 1793, un día antes de que publicase un llamado al Pueblo de Francia. 1793 también es el año en que comienza el "Régimen del Terror".

Marat publicaba un periódico llamado El amigo del pueblo.

Debería uno entonces preguntarse, ¿por qué hablar de Marat tanto tiempo después? ¿No es que acaso la historia había dejado de lado eso de los grandes personajes, las biografías mayestáticas, las hazañas regias, la épica nacional (de hombres, blancos, europeos, propietarios, &c)? Pues sí. O al menos a mí no me interesa esa historia, lo que no implica que no me interese Marat, y la Revolución francesa, y el Régimen del Terror, y el "Pueblo". Lo cierto que es que Marat era conocido como el amigo del pueblo, lo asesinaron, y hoy ya no nos atrevemos a decir esa palabra. Hablamos de "la gente", o "los chilenos"; el pueblo importa un huevo (o tres carajos, para decirlo con franqueza). A Marat lo asesinaron (no por ser amigo de nadie, o tal vez porque era demasiado amistoso con el pueblo, o tenía amistades que no incluían a las que debía).

Confieso que tengo una suerte de affaire con Marat, pero no con cualquier Marat. Cuando estaba aún en el colegio, leí un ensayo de Susan Sontag a propósito de la obra de Peter Weiss, Marat/Sade, y el montaje que hizo Peter Brook en los 60. De ahí vi la obra (en una producción que hicieron en el Psiquiátrico) y finalmente la película, que dirige el mismo Peter Brook. Es un Marat que está ahí tratando de representar la persistencia de la radicalidad de una revolución que se come a sus hijos, frente a un Marqués de Sade que goza siendo latigado por la interna que hace de Charlotte Corday (la asesina de Marat). La liturgia de Marat, el discurso frente a la Asamblea Nacional ("farsantes, ustedes odian al pueblo; no hablan del pueblo si no es como una masa dura e informe, ¿por qué? porque viven lejos de él; ¿acaso no ha anunciado nuestro querido Danton que en vez de prohibir la riqueza deberíamos hacer la pobreza respetable? Y Robespierre, que se pone blanco con la palabra violencia, ¿no se sienta en las mesas de la aristocracia conversando muy cultamente a la luz de las velas?"), el enfrentamiento con de Sade, todos como episodios de una personalidad puesta en medio de circunstancias cuya signficación escapa (siempre, no puede ser de otro modo) el horizonte de lo imaginable.

Pero aun si había una dimensión que escapaba inevitablemente lo concebible y lo comprensible en el momento de la Revolución, debiéramos persistir en la idea de que la revolución es precisamente el hacer que algo se vuelva concebible (y comprensible, e incluso realizable). Hay (habrá) cosas que no podemos abarcar, pero a pesar de todo se abarca algo más (o algo menos) que antes.

Entonces, no invoco el espíritu de Marat para lamentarme la ausencia de amigos del pueblo. Sin embargo, hay que admitir que el pueblo (lxs proletarixs, las mujeres, lxs maricas, lxs negrxs, todo aquel devenir minoritario) no se basta a sí mismo, y que no puede prescindir totalmente de amigxs. Contra el romanticismo popular, hay que pensar que a veces el pueblo no es siquiera amigo de sí mismo.

Marat está muerto, pero no basta matar a un amigo del pueblo para matarlos/nos a todxs. No basta para matar al pueblo mismo, aún cuando se le haga daño. Hay que seguir escuchando a Tupak Katari: "Aunque muera, volveré convertido en miles"

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